Hace un rato que ha terminado la final de la Champions 2016 de Milán, y todavía se puede notar la humedad de las caras tristes de los hinchas del Atlético y la felicidad explosiva de los del Real Madrid. Una final que se decidió en los penaltis, y que dejó a Juanfran como villano cuando su lanzamiento se chocó contra el palo, y a Ronaldo como héroe al anotar el gol definitivo. Pero no voy a escribir ni de uno ni de otro. Ni siquiera del gol de Ramos o del partidazo de Oblak (sin contar la tanda de penaltis). Lo que más me llamó la atención del encuentro fue la portentosa actuación de los dos mediocentros defensivos. Hablamos de Casemiro y de Gabi.
La final, como final que es, se llenó de tensión. Es un partido donde nadie quiere exponerse y donde se antoja imprescindible que alguien sirva de stopper, de escudero, de equilibrio entre el ataque y la defensa. La figura del mediocentro por delante de la defensa cobra vital importancia en un choque de estas características y en Milán presenciamos una clase magistral de su funcionamiento. Tanto el del Real Madrid como el del Atlético brillaron por encima de todos sus compañeros y ofrecieron un trabajo brillante y un derroche fuera de lo común. Empezando por el rojiblanco, Gabi estuvo soberbio en la misión que le encomienda el 'Cholo', ofreciéndose en todo momento al compañero y soltando el balón rápido. Además de eso, el '14' atlético robó hasta siete balones, permitiendo que su equipo lanzara alguna que otra contra. Tremendo esfuerzo el realizado por el capitán del conjunto colchonero que se multiplicó para hacerse dueño del centro del campo. Sin embargo, su mérito se quedó sin recompensa. Más suerte tuvo el brasileño Casemiro. En su día quedó claro que el Madrid le necesitaba en los partidos importantes (algo que no quiso ver Benítez) y, claro está, Zidane le dio el testigo y el escudo de su equipo. No defraudó el ex del Porto que robó hasta ocho balones, algunos de ellos en zonas avanzadas (un factor determinante), y que ofreció, al igual que Gabi, un despliegue físico encomiable. Su rol libra de algunas tareas más oscuras a un Kroos y a un Modric que sufren cuando tienen que ir y volver todo el partido, y les dota de una libertad para fabricar juego que les hace incluso mejores jugadores.
Una final tan glamurosa como la de la Champions siempre tiene en su escaparate a los mejores jugadores de ambos equipos, a los estiletes o a los más desequilibrantes pero, en mi opinión, anoche brillaron otros. Gabi y Casemiro se pusieron el mono de trabajo y nos brindaron un duelo de escuderos a la altura de pocos, en el que ambos debieron quedar empatados, curiosamente como lo hicieron sus equipos, aunque después unos cuantos lanzamientos desde el punto desequilibraran la balanza.