Bravo levanta, como capitán chileno, el trofeo de la Copa América Centenario. |
Se acabó la Copa América 2016. Una Copa América especial por su composición y por su aniversario, ya que cumplía cien ediciones y, como consecuencia, fueron invitados seis equipos de la Concacaf (Estados Unidos, México, Panamá, Haití, Jamaica y Costa Rica). No obstante, el epílogo del torneo fue clavado al del anterior (en formato normal), con Chile campeonando tras una tanda de penaltis con Argentina como amargo rival. En una final donde hubo de todo menos fútbol, el combinado que dirige Pizzi tuvo más puntería desde los once metros, a los que llegó tras quedarse primero con diez, aguantar, igualar fuerzas con la expulsión de Rojo y ser mejor en la prórroga. Y eso que su arranque en el torneo fue más dudoso que otra cosa: perdiendo contra la propia Argentina y ganando a Bolivia de milagro con un tanto de Vidal de penalti en el 99'. Punto de inflexión para una selección que a partir de ese momento arrasó a sus rivales, incluida la goleada histórica a México (0-7). Pizzi cambió el 4-2-3-1 por un 4-3-3, movió algunas piezas, colocó a Fuenzalida en el equipo titular y dio con la tecla. Presión alta y juego dinámico. Ahí consiguió el extécnico del Valencia cambiar el rumbo de su equipo.
Pese a caer al final, el campeonato de Argentina fue bueno. Impuso su calidad y determinación desde el primer partido y en su camino hacia la final no sufrió apenas. Goleadas ante Panamá (5-0), Bolivia (3-0), Venezuela (4-1) y Estados Unidos (4-0). No le pesó la ausencia de Messi en los primeros partidos y supo adaptarse a él en los siguientes. Pero las finales con la albiceleste no son lo suyo. Banega ha sido otro de los nombres propios en términos argentinos en esta Copa América. Tras su espectacular temporada con el Sevilla, y su fichaje por el Inter, el mediocentro tomó las riendas que le propuso el 'Tata' y entendió perfectamente el fútbol. Asumió galones e hizo jugar a Argentina.
La decepción
Pese al horrible papel de una Uruguay que necesita un cambio de ciclo, el protagonista de la decepción de esta edición centenaria de la Copa América no puede ser otro que Brasil. El combinado que dirigía Dunga hizo el ridículo tras no conseguir pasar la primera fase en un grupo donde coincidió con Perú, Ecuador y Haití. Precisamente este último fue al único que ganó (7-1). Si la lista de convocados fue discutida, imagínense la alineación y el juego desplegado. Un insulto a la historia del fútbol brasileño en toda regla. Dunga quiso formar un equipo muy defensivo y físico y que las individualidades de los hombres de arriba resolvieran los problemas. Y la apuesta no le pudo salir peor. Un centro del campo con Renato Augusto, Casemiro y Elías no está al nivel que se espera de una selección como Brasil. Sólo la banda derecha donde actuaban Dani Alves y Willian y algunos detalles de Coutinho dejaron destellos de luz de un fútbol de otro tiempo en la 'canarinha'.
La sorpresa
Para terminar, de esta Copa América Centenario me quedo con la evolución que ha sufrido (en pleno torneo) la selección de Estados Unidos. Aunque su puesta en escena fue desastrosa (cayó derrotado ante Colombia), Klinsmann cambió el esquema y entendió la forma en la que su equipo podría desplegarse mejor en el césped. Colocó a Bradley como único pivote por delante de la defensa y el 'peleón' Jones y Bedoya como interiores. Con Bradley en esa posición, la salida de la pelota era más limpia y con sus desplazamientos en largo aprovechaba la velocidad tanto de Zardes como de Wood. Contra Argentina en semifinales no pudo alinear a tres de los nombres claves que acabo de citar (Jones, Bedoya y Wood) y Estados Unidos lo notó demasiado. A pesar de ello, la evolución ha sido grande en los norteamericanos y eso invita a seguirlos en próximos torneos internacionales. Por cierto, me encantó el central John Brooks.