martes, 28 de junio de 2016

Una Chile bicampeona

Bravo levanta, como capitán chileno, el trofeo de la Copa América Centenario.

Se acabó la Copa América 2016. Una Copa América especial por su composición y por su aniversario, ya que cumplía cien ediciones y, como consecuencia, fueron invitados seis equipos de la Concacaf (Estados Unidos, México, Panamá, Haití, Jamaica y Costa Rica). No obstante, el epílogo del torneo fue clavado al del anterior (en formato normal), con Chile campeonando tras una tanda de penaltis con Argentina como amargo rival. En una final donde hubo de todo menos fútbol, el combinado que dirige Pizzi tuvo más puntería desde los once metros, a los que llegó tras quedarse primero con diez, aguantar, igualar fuerzas con la expulsión de Rojo y ser mejor en la prórroga. Y eso que su arranque en el torneo fue más dudoso que otra cosa: perdiendo contra la propia Argentina y ganando a Bolivia de milagro con un tanto de Vidal de penalti en el 99'. Punto de inflexión para una selección que a partir de ese momento arrasó a sus rivales, incluida la goleada histórica a México (0-7). Pizzi cambió el 4-2-3-1 por un 4-3-3, movió algunas piezas, colocó a Fuenzalida en el equipo titular y dio con la tecla. Presión alta y juego dinámico. Ahí consiguió el extécnico del Valencia cambiar el rumbo de su equipo.

Pese a caer al final, el campeonato de Argentina fue bueno. Impuso su calidad y determinación desde el primer partido y en su camino hacia la final no sufrió apenas. Goleadas ante Panamá (5-0), Bolivia (3-0), Venezuela (4-1) y Estados Unidos (4-0). No le pesó la ausencia de Messi en los primeros partidos y supo adaptarse a él en los siguientes. Pero las finales con la albiceleste no son lo suyo. Banega ha sido otro de los nombres propios en términos argentinos en esta Copa América. Tras su espectacular temporada con el Sevilla, y su fichaje por el Inter, el mediocentro tomó las riendas que le propuso el 'Tata' y entendió perfectamente el fútbol. Asumió galones e hizo jugar a Argentina.

La decepción

Pese al horrible papel de una Uruguay que necesita un cambio de ciclo, el protagonista de la decepción de esta edición centenaria de la Copa América no puede ser otro que Brasil. El combinado que dirigía Dunga hizo el ridículo tras no conseguir pasar la primera fase en un grupo donde coincidió con Perú, Ecuador y Haití. Precisamente este último fue al único que ganó (7-1). Si la lista de convocados fue discutida, imagínense la alineación y el juego desplegado. Un insulto a la historia del fútbol brasileño en toda regla. Dunga quiso formar un equipo muy defensivo y físico y que las individualidades de los hombres de arriba resolvieran los problemas. Y la apuesta no le pudo salir peor. Un centro del campo con Renato Augusto, Casemiro y Elías no está al nivel que se espera de una selección como Brasil. Sólo la banda derecha donde actuaban Dani Alves y Willian y algunos detalles de Coutinho dejaron destellos de luz de un fútbol de otro tiempo en la 'canarinha'.

La sorpresa

Para terminar, de esta Copa América Centenario me quedo con la evolución que ha sufrido (en pleno torneo) la selección de Estados Unidos. Aunque su puesta en escena fue desastrosa (cayó derrotado ante Colombia), Klinsmann cambió el esquema y entendió la forma en la que su equipo podría desplegarse mejor en el césped. Colocó a Bradley como único pivote por delante de la defensa y el 'peleón' Jones y Bedoya como interiores. Con Bradley en esa posición, la salida de la pelota era más limpia y con sus desplazamientos en largo aprovechaba la velocidad tanto de Zardes como de Wood. Contra Argentina en semifinales no pudo alinear a tres de los nombres claves que acabo de citar (Jones, Bedoya y Wood) y Estados Unidos lo notó demasiado. A pesar de ello, la evolución ha sido grande en los norteamericanos y eso invita a seguirlos en próximos torneos internacionales. Por cierto, me encantó el central John Brooks.

viernes, 3 de junio de 2016

Nagbe, Caleb Porter y una Copa América

Darlington Nagbe celebra uno de sus goles con Portland Timbers.
Cuando empecé a ver partidos de la MLS no conocía nadie, más allá de los jugadores de talla mundial que habían jugado en Europa como Pirlo, Gerrard o Robbie Keane. Pero recuerdo que uno me llamó la atención desde la primera jugada en la que tocó el balón. Ese era Darlington Nagbe. El número seis de Portland Timbers. Un mediocentro de no mucha estatura pero con un manejo de la pelota increíble, que hacía jugar a su equipo, que defendía bien y que, además, llegaba al área rival con asiduidad. Evidentemente, estuve fijándome en él todo el encuentro y, a partir de ese día, no le perdí la pista en toda la temporada. Conforme más lo veía, más me gustaba. Marcaba goles espectaculares y eso me provocaba más interés. Investigué su pasado, su edad, y su curriculum, porque en Internet está todo, y encontré una curiosa historia que ha influido en su rendimiento futbolístico y que sigue haciéndole feliz.

Nacido en Liberia en 1990, en plena Guerra Civil, Darlington tuvo que emigrar junto a su madre y su hermano a Ohio debido al clima insostenible en el que vivían en el país africano. Hijo de futbolista, Nagbe escaló desde el fútbol de instituto hasta la universidad de Akron, donde fue captado por un hombre que marcaría su vida deportiva. Caleb Porter. Exjugador y entrenador de fútbol, aún recuerda cómo vio por primera vez a Darlington. "Al primer contacto con el balón ya sabía que ese chico era especial. Así que me reuní con su madre y le ofrecí una beca universitaria". Desde 2008 a 2010 el jugador de Monrovia fue consiguiendo premios individuales hasta llegar a conquistar el título nacional derrotando a Louisville en la final por 1-0. Durante esos dos años, su entrenador fue el hombre que lo captó, Caleb Porter. Sin embargo, ésta no iba a ser la última vez que se encontraran. Tras la exitosa campaña con Akron, Nagbe fue seleccionado en el Super Draft de la MLS por Portland Timbers. El salto que tanto esperaba estaba a punto de producirse.

En 2011 llegó el debut en la máxima categoría del soccer y, para ser un novato, fue titular indiscutible toda la temporada y acabó marcando dos goles y repartiendo tres asistencias jugando en el centro del campo. Durante las siguientes campañas sus números fueron mejorando progresivamente, anotando más goles y encontrando un rol más importante en el club. Pero fue en la 14/15 cuando su equipo, Portland Timbers, hizo un campeonato soberbio y alcanzó los playoffs por el título, alzándose con el trofeo en la final ante Columbus Crew. Acompañado por Valeri, Chará y Adi, el conjunto de Oregon se proclamó campeón de manera inesperada. Y, ¿quién era el entrenador de los Timbers en ese momento? Efectivamente, Caleb Porter, que había llegado al club en 2012 y que volvía a repetir el éxito universitario, pero esta vez en la MLS.

Como premio a su rendmiento, y tras nacionalizarse estadounidense, la selección nacional se fijó en él y Jürgen Klinsmann lo llamó. Ahora, con la Copa América a punto de arrancar, Nagbe tiene la oportunidad de mostrarse en un gran escaparate y poder, por qué no, salir fuera de Estados Unidos y probar suerte en un fútbol más competitivo. Deseo y espero que juegue y que pueda ser uno de los atractivos del torneo. Sin duda, estaré muy atento a todo lo que haga.